Capítulo 3
Sebastián.
Ella era de clase media, se había graduado de abogada en la Universidad Central de Ecuador. Al poco tiempo, después de graduarse se casó con Pedro, su novio desde la secundaria.
Fue una boda muy sencilla, no se notaba la barriga debajo del vestido, Jessica y Pedro esperaban su primer hijo.
Cuando nació Sebastián, Pedro ya tenía dos meses en Concepción, trabajaba como profesor en la Facultad de Comunicación e Historia de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Había llegado a Chile con una buena oferta de trabajo, alquiló una linda y cómoda casa para los tres, Jessica podía continuar con la crianza de su niño pequeño, sin preocuparse de trabajar. El dinero que pagaba la Universidad era suficiente, además los negocios de la familia que dejaban atrás en Quito seguían produciendo regalías.
Jessica llegó a Chile extrañando a sus padres y amigos, pero debía seguir a su esposo a donde fuera, lo principal era cuidar a la familia, hacer lo posible por que permaneciera unida. Era la hora de cumplir los sueños de Pedro, quien no había logrado conseguir su meta de profesor en alguna universidad de prestigio en Ecuador.
Ya tenían un año en Chile cuando Jessica comenzó a trabajar en un pequeño estudio jurídico. El niño ya estaba más grande y pasaba toda la jornada del día en una guardería. Era hora pues, así como Pedro, de apostar por el desarrollo de su carrera profesional.
Sin embargo, durante este año algunas cosas habían cambiado, la maternidad la había consumido a tal grado que, de por ratos, Jessica se escapaba a una plaza o manejaba sin destino el auto, para de alguna forma reencontrarse, escucharse.
Pedro estaba sumergido en su trabajo, había tomado turnos de clases por las noches en institutos técnicos. Los fines de semana impartía talleres on line.
El puerperio había afectado a Jessica emocionalmente, sentía que su cuerpo no era el mismo desde el embarazo, sus franelas siempre estaban llenas de leche. Sebastián fue un niño que se alimentó de LME (Lactancia Materna Exclusiva) hasta que llegó el momento de la alimentación complementaria. Aún después, la lactancia siguió a demanda.
Jessica se sentía un instrumento dispensador de comida, había días que no se bañaba, ni usaba ropa nueva o bonita, al llegar la noche terminaría estirada, manchada y mojada de leche. No se sentía atractiva, no tenía ganas de hacer el amor. Tampoco tenía energía para arreglar la casa o recibir a Pedro con la cena preparada.
Era bien merecida esta oportunidad de darse un espacio, un tiempo para dedicarle a su carrera, a sus sueños, a su vida.
Una mañana de enero, a inicios del verano, Jessica llegó muy temprano a su nueva oficina, no habían llegado todos, sólo estaba Miguel.
-Hola, soy la nueva asistente del estudio - dijo presentándose.
Aún no había iniciado los trámites de revalidación de título en la Universidad de Chile, mientras tanto solo podía asistir a otros abogados.
Cuando Miguel respondió el saludo y extendió su mano, Jessica sintió un escalofrío que le despertó el cuerpo, el alma y el corazón. Sí, su corazón comenzó a palpitar muy fuerte, tan fuerte que mojó su ropa interior.
Así comenzó su idílico amor con Miguel, llegaba corriendo a la guardería para buscar al niño, luego volaba a casa para bañarlo y darle de cenar, pero en todo este tiempo, durante todas estas actividades, no dejaba de pensar en él. Mientras cocinaba, dormía al niño y volvía a despertar sus pensamientos sólo eran para Miguel.
Tomaba a escondidas de la cartera de Pedro las tarjetas de Falabella y Ripley, compraba faldas, zapatos, maquillaje. Comenzó a hacer ejercicios y dieta, debía recuperar el abdomen y verse atractiva de nuevo, de lo contrario ¿cómo podría conquistarlo?
Pedro notaba que había cambiado, la notaba más linda, más emocionada y risueña. La buscaba por las noches, pero Jessica no quería tener sexo, al menos, no con él.
Miguel en ciertas ocasiones parecía interesado en ella, otras tantas la ignoraban por completo. Especialmente los días en los que más se esforzaba por verse sexy, él no volteaba a mirarla.
Así pasaron varios meses desgastantes en los que Jessica vertía toda su energía, toda su fuerza, toda su ilusión en conquistar a Miguel. Era coqueta, ingeniosa, cariñosa, detallista, no veía la hora de robarle un beso, de encerrarlo en el baño de la oficina y ahí mismo a escondidas hacer el amor con él. Pedro cada vez estaba más apartado, sumergido en sus clases, ya era obvia su sospecha, ella estaba en algo raro.
El día de Halloween, Jessica dejó a Sebastián en la guardería con su disfraz de Superman, ¿Por qué disfrazarlo de zombi si había tantos disfraces positivos de super héroes?
Llegó temprano a la oficina, vio la luz encendida del escritorio de Miguel, escuchó un ruido en el área del café, fue allá para saludarlo. Esa mañana se había esmerado mucho en lucir linda. Miguel lo notó. Ella admiró de nuevo sus dulces ojos verdes, su perfecta y abundante barba negra, típica de los chilenos de barrios altos de Concepción, finalmente miró sus dulces y tiernos labios rojos.
Miguel se acercó y le clavó un beso apasionado, desesperado, avasallante. La toco toda, así como ella tanto lo había imaginado. Ese beso se sintió alcanzar la cima del Cotopaxi.
Se escuchó el ruido de la puerta, alguien llegaba a la oficina, se separaron, y cada uno fue hasta su lugar de trabajo.
Al aproximarse las 6 de la tarde, Miguel le escribió un mensaje, debían terminar lo que habían comenzado.
Jessica fue a buscar al niño, pero no podía dejarlo en casa, Pedro trabajaba hasta tarde en el instituto técnico. En algunas ocasiones, le había llevado el niño a la señora Panchita, también ecuatoriana, a quienes muchas mamas en el grupo de Facebook recomendaban.
La señora Panchita hizo una excepción, recibió al niño para su cuidado, aunque ya era de noche:
-Sólo por 3 horas- dijo la abuelita.
Si ese era el tiempo del que disponía, serían las 3 horas más esperadas y deseadas.
Se encontraron en el motel, ella no sentía miedo ni vergüenza, sólo unas ganas enormes de entrelazar sus manos en su pelo, quitarle el polerón, y fundirse con él en 3 horas de pasión.
Manejaba relajada por la avenida Los Carrera para llegar al departamento de Panchita, se sentía satisfecha, feliz. Tanto esfuerzo había valido la pena. Lo había logrado, lo había conquistado.
Cuando se encontraba en la esquina de la calle Pelantaro, observó una gran multitud, unidades de carabineros y PDI, se escuchaban fuertes sirenas.
Sintió una punzada en el corazón, ya no más en su zona interior.
Jessica encontró en la acera el cuerpo de un niño muerto y ensangrentado, que, aunque parecía un zombi, en un descuido de su niñera, se lanzó desde el balcón de un séptimo piso, porque quería volar mientras usaba el disfraz de Superman.
FIN. Capítulo 3. “Sebastián”. Crónicas Oscuras de migrantes de Chile. Historias detrás de la cordillera.
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